¿Cómo mejorar la relación con nuestro/a adolescente?
La adolescencia es sin duda una etapa de grandes cambios, tanto para los propios chicos/as como para los adultos que los rodean. El modo en el que gestionemos esta etapa, será crucial en el desarrollo del adolescente y el tránsito a la adultez.
Una creencia muy común es considerar que los/as adolescentes son “hormonas con patas”, que no razonan, que es imposible hablar con ellos… si bien es cierto que las hormonas aumentan en este periodo, la esencia de los cambios en la adolescencia se produce en el cerebro. Estos cambios, son cruciales y, si se manejan bien, pueden ser dirigidos hacia resultados positivos en el futuro.
Como señala Daniel J. Siegel, los cambios que se producen en el cerebro, establecen cuatro cualidades principales en la adolescencia:
- búsqueda de novedades
- intensidad emocional
- implicación social
- creatividad
Muchas veces, los adultos perdemos estas características diferenciadoras de la etapa adolescente y nos cuesta más empatizar con lo que sienten, piensan y necesitan nuestros hijos/as, lo que tiene como consecuencia un aumento de las discusiones, un empeoramiento de la relación y distanciamiento.
¿Qué podemos hacer para mejorar la relación con nuestro/a adolescente?
Comunicación empática
Lo primero, es fundamental crear un clima de comunicación positiva. Los padres deben crear el hábito de expresar lo que pasa dentro sus cabezas, lo que piensan, sienten, cómo ven las cosas… Mantener conversaciones y diálogos reflexivos, donde demos cabida a su intensidad emocional, es el mejor modelo para nuestros adolescentes. Incrementar la comunicación empática, tratando de ponernos en el lugar del otro, siempre a través del respeto, creará una integración entre las generaciones.
Respeto por sus necesidades y negociación
Por otro lado, respetar la necesidad de vivir nuevas experiencias y el impulso por la innovación y la creación de formas nuevas de hacer las cosas. Si tratamos de impedir que satisfagan estas necesidades, propiciaremos un ambiente tenso y lo más probable es que provoquemos que se rompa la comunicación, que aumente el aislamiento de los adolescentes y el secretismo con los adultos, e incluso, que aparezcan conductas de riesgo. Terminarían viéndonos como el enemigo, como las personas que los mantienen atados y les dicen cómo, cuándo y con quién deben hacer las cosas. Es importante que esto no suceda, ya que perderíamos la comunicación positiva con ellos. Debemos transmitirles que entendemos su postura y negociar conjuntamente los límites que se van a establecer. Podemos buscar con ellos formas de satisfacer la búsqueda de novedades y la creatividad, para canalizar estos impulsos y evitar que se decanten por conductas que pongan en riesgo su salud y/o la de otros.
Comprensión de su aislamiento y respeto por sus espacios
En la etapa de la adolescencia, los chicos/as necesitan una mayor independencia. Comienzan a relacionarse más con sus iguales, aumenta su implicación social con ellos y los adultos pasan a un segundo plano, los padres ya no son sus únicos referentes ni sus únicos modelos. Que no quieran pasar tiempo con los adultos, es totalmente normal y no debemos preocuparnos por ello. Como decimos, mantener las líneas de comunicación abiertas y mostrarnos accesibles para cuando nos puedan necesitar, es primordial.
Cambio en la visión que tenemos del adolescente
Debemos cambiar la postura que tenemos hacia nuestros/as adolescentes. Si aceptamos que los cambios de los que hemos hablado son necesarios para que crezcan y dejamos de considerar que nos “enfrentamos” a un batiburrillo de hormonas, a alguien con quien no se puede razonar… podremos ayudar al adolescente a desarrollar sus capacidades al máximo y establecer nuevos recursos que podrán utilizar para llevar una vida más feliz y saludable.
“No se puede detener una catarata, pero sí se puede aprender a encauzar su caudal y a aprovechar su fuerza” (Daniel J. Siegel)
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