El problema de las Pseudoterapias
Uno de los problemas a los que se enfrenta la sociedad actual, es la proliferación de las pseudociencias.
Entendemos por Pseudociencia toda aquella disciplina que se presenta como científica o imita formas de la misma sin ser reconocida como tal al no aplicar un método científico que avale su eficacia y seguridad.
Se conoce como pseudoterapia, por tanto, a toda propuesta de cura de enfermedades, alivio de síntomas o mejora de salud basada en criterios sin el respaldo de la evidencia disponible (Observatorio OMC contra las Pseudociencias, Pseudoterapias, Intrusismo y Sectas Sanitarias).
Las pseudociencias han sabido introducirse como una opción médica fiable y segura en la población comportando una serie de peligros frecuentemente infravalorados (Alonso y Cortiñas 2014):
- desvirtúa la ciencia al intentar usurpar su status y simular lo que no es.
- causa un creciente embrutecimiento y retroceso cultural.
- deriva, en la mayoría de ocasiones, en casos de fraude con un propósito deliberado de lucro.
- manipula las emociones del público como pueden ser la esperanza, el miedo o la ingenuidad.
- es capaz de seducir con promesas vacías a algunos pacientes, en mayor o menor grado desesperados, para que abandonen las terapias médicas convencionales.
En el año 2018 se lleva cabo una Encuesta de Percepción Social de la Ciencia por parte de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), cuyos resultados muestran que la ciudadanía confía mayoritariamente en la medicina convencional.
Sin embargo, a pesar de este grado de satisfacción con los profesionales del Sistema Nacional de Salud, existe confusión entre la medicina basada en el método científico de aquellas que son llamadas pseudociencias, pseudoterapias o terapias alternativas.
Un 32,8% confía “mucho o bastante” en la acupuntura y un 25,4 en la homeopatía y el 19,6% confiesa haber utilizado alguno de estos tratamientos alguna vez en su vida.
A diferencia de otros países, España se encuentra en una situación “alegal” con respecto de estas terapias (Tapia 2018). La formación no está homologada, ni su práctica regulada. Para Tapia, nuestro estado estaría encuadrado en un “modelo de omisión en el que podemos encontrar una omisión neutral y silenciosa en la que se “deja hacer”, o una omisión que está regida por un claro rechazo institucional de los principales organismos de salud pública, como las universidades o los ministerios. En cualquiera de los dos casos, existe en este modelo un gran vacío legislativo, normativo e informativo.”
El desarrollo de la medicina alternativa se ha producido fuera del ámbito académico y clínico homologado. En España, la mayoría de los casos las formaciones fueron impartidos por extranjeros o personas que se formaron fuera del país. A pesar de que durante un tiempo proliferó la oferta en estos cursos de posgrado, actualmente, son pocos los que permanecen vigentes.
El uso indiscriminado de este tipo de terapias sin profesionales sanitarios acreditados legalmente, perjudica gravemente el ejercicio leal de los que sí lo son. Sin embargo, la realidad es que algunos médicos o psicólogos colegiados ponen en práctica terapias y técnicas no homologadas en su práctica habitual integrándola con la medicina o psicología convencional.
La deontología deja claro que no es ético hacerlo de forma no informada. Y la ley establece que no se pueden llevar a cabo actividades destinadas a la Salud en centros no sanitarios acreditados (OMC 2018).
La cuestión es la siguiente: ¿por qué funciona una pseudociencia?
Cada día, las pseudociencias se embolsan millones de euros. El hecho de que el ciudadano de a pie acuda a este tipo de terapias alternativas, genera una cuestión importante.
¿Por qué se creen en ellas? La manipulación que existe detrás de todo este negocio es grandísima. Los charlatanes que las predican, saben vender muy bien su producto. Cuentan lo que el paciente quiere oír mezclando lenguaje científico con cosas sin sentido.
Varias de las propuestas, aun pudiendo ser legítimas, por su exotismo o por “la moda” vienen siendo utilizadas como gancho y tapadera por movimientos de tipo sectario. Es lógico, por una parte, que en su situación de desesperación por su estado de salud, “prueben cosas nuevas” influidos por la ignorancia de sus efectos nocivos y motivados por la esperanza. Ante una enfermedad grave o irritado por la ausencia de mejoría, visita al terapeuta alternativo retrasando el tratamiento convencional (o reduciendo la efectividad de este) o, incluso, abandonando el tratamiento inicial. Estos terapeutas se aprovechan de esta vulnerabilidad a cambio de dinero definiéndose como psicoterapeutas, para procesos de acompañamiento y duelo, psicoanalistas…O incluso abogan por la psicología positiva que, en palabras de Fernádez y Vilariño (2017) “se asemeja más a una pseudociencia o una filosofía existencial de la new age, que a un saber empíricamente fundamentado”. Se benefician de la percepción que se tiene de la palabra “terapia” para darse a conocer y generar credibilidad.
Si nos fijamos en el funcionamiento de las pseudoterapias, gran parte de ellas se basan en la atención dedicada en un entorno relajante. Se genera, entonces, el llamado efecto placebo que enmascara la falta de efectividad de dichas técnicas. Se hace creer al paciente que funcionan de por sí produciendo un cambio en su toma de decisiones. La consecuencia directa sería que ésta fuera su primera o única elección de tratamiento.
Aceptar terapias a partir de éxitos clínicos supone un error metodológico ya que restringe la investigación a un marco estrictamente empírico. Además, incurren al intrusismo profesional.
En psicología, el único ámbito regulado es el Sanitario, por lo que cualquier intervención para reducir estrés vendida como tal, es competencia del psicólogo sanitario.
Como es sabido, existe una oferta grandísima de retiros espirituales, conferencias de autoayuda y demás parafernalia para la “ayuda de la mente”, pero también existe un gran negocio en el caso de la alimentación. Para el ciudadano de a pie no es fácil distinguir si los mensajes relacionados con la comida están respaldados por la evidencia científica.
En este caso, es responsabilidad del Gobierno, de los profesionales acreditados, docentes e investigadores, de las diferentes medidas y acciones frente a las pseudoterapias.
¿Vamos por buen camino?
A pesar de los esfuerzos realizados por el estado para mejorar la situación de las pseudociencias en nuestro país, aún queda mucho camino por delante.
Estamos rodeados de buenas palabras y promesas, pero se hace necesaria una mayor implicación en este ámbito, ya que los psicólogos sanitarios somos los peores parados.
Es cierto que una terapia que se ha mostrado eficaz en un área, puede ser considerada pseudoterapia en otra. Ésta, puede ser un campo legítimo de estudio sin resultados concluyentes todavía (OMC, 2017).
Por tanto, se necesita obtener el reconocimiento y la aceptación de la comunidad científica para trabajar hacia teorías científicas explicativas, en un paradigma que permita la inclusión de la perspectiva de las medicinas alternativas, y ofrecer investigaciones y datos contrastables (Tapia, 2018).
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