
El reto deportivo como recurso en Terapia Estratégica
Hace un año me encontré ante un caso en la clínica, al que diversos profesionales habían dado ya por perdido. Y en honor a la verdad he de decir que tras mi primera valoración poca fe tenía en el éxito terapéutico.
Luís era un chico de 20 años, cuyo único anhelo era morir en el menor espacio de tiempo posible. No tenía miedo alguno a la muerte, pero lo que sí temía era al sufrimiento de su familia.
Un año atrás, había sufrido un brutal accidente que costó la vida de su mejor amigo, y desde aquel momento empezó a dejarse morir. Su mente se quedó en aquella siniestra carretera de la sierra madrileña, llorando al compás del sentimiento de culpa que lo consumía. Luís conducía el coche aquella noche, y en una fracción de segundo se perdieron dos almas por diferentes caminos.
Tan sólo repetía que Dios debía habérselo llevado a él (por ese incomprensible sentimiento, que a los seres humanos nos hace no valorar el regalo que supone tener una segunda oportunidad).
Intenté un abordaje sistémico de la terapia con él, pero no había implicación por su parte, Observé que en las sesiones con su familia, Luís se comprometía con la terapia, realizaba las tareas que se le asignaban, y trataba de que todos estuvieran bien. Pero él como ser individual, como persona motivada a retomar el pulso de la vida, nunca se mostraba. Estaba convencido que la única utilidad de asistir a terapia era el que su familia estuviese preparada para cuando él muriese.
Tras meses de sesiones, en las que el avance era mínimo, y en los que poco había podido vencer las resistencias, decidí probar algo novedoso: una intervención terapéutica por desafío. Me acordé entonces de un libro que recogía el Cuaderno de Bitácora de un deportista, que había logrado cruzar el Atlántico en solitario, a bordo de una moto acuática. Lo leí con mucho detenimiento y fui extrayendo todo aquello que ese hombre había ido relatando de sus vivencias diarias en medio de una gran mole de agua salada. Y sobre todo lo que para él había supuesto lograr el reto que toda su vida había soñado vencer.
Como Luís, este hombre también había perdido a un amigo navegando, y durante mucho tiempo perdió el amor a la mar, que era el motor de su vida. Pero venció al dolor y sobre todo se venció a sí mismo; retomando ese increíble sueño que tras años de esfuerzos y sacrificios logró llevar a cabo.
Fue en este punto donde comencé a trabajar con Luís. Si alguien había sufrido lo mismo que él, y había logrado no sólo recuperar el pulso a la vida, sino llegar a su propia meta, ¿por qué no podía él hacer lo mismo?..........
Sorprendentemente, su implicación con la historia fue casi inmediata. Tras varias semanas, de algún modo, el reflejo de, un alma dolorida como la suya, le hizo despertar del letargo. Comprendió que el tiempo “prestado” como él lo llamaba, era el mayor tributo que podía hacerle a su amigo.
Comencé a trabajar con él en la búsqueda y estructuración de su propio reto, que fue volver a jugar al baloncesto e intentar ganar un título con su equipo.
Pasaron dos meses a partir de ese momento, hasta que decidí darle el alta. Luís ya era para entonces un ser apegado con fuerza a la vida, anclado a la solidez de su familia (presente y colaboradora en todo el proceso terapéutico), y con la ilusión de lograr que su reto personal arrancase una sonrisa de ese amigo que adoraba, allí donde estuviese.
(Anónimo)
Centro Codex